domingo, 17 de enero de 2010

¿Altruistas las Asociaciones Civiles?[1]


Alan R. Ramírez

Las asociaciones civiles se disfrazan de altruistas para ver el sol, al menos la mayoría. Un disfraz que desechan apenas la sobra los cubre. Dicen pelear por el desprotegido, difundir la cultura a los –evidentemente -incultos, proteger a la madre naturaleza y bla bla. Según ellos, en su lícito fin, no reciben nada a cambio; a no ser el bienestar de hacer algo digno del hombre: la ayuda sin limitaciones. Y de esa manera caemos seducidos por el, al fin y al cabo, disfraz.
“Somos altruistas” y seguro que lo vociferan con orgullo a las cámaras televisivas. Pero –¡Oh! por Dios- ¿no es acaso que se alimentan de la debilidad de sus congéneres? ¿no buscan, a partir del otro, el reconocimiento (el “yo soy aquél”)? ¿no los vemos peinados y con su mejor léxico para las entrevistas? ¿los altruistas deben o necesitan tener rangos como: socios activos, adherentes, honorarios, vitalicios y, bufonescamente, vocero de altruistas; o su famosos documentos de estatutos sociales? la verdad es que son igual de necesitados que a los que necesitan, quienes necesariamente siempre son pobres en algo. Ah, pero diferencia de aquellos pobretones y con autorización del Estado, son personas jurídicas y no mamad...s.
“Nosotros ayudamos a la gente de escasos recursos, por eso necesito que me proporcionen dinero” dicen (con palabras más convincentes); los famosos “donativos” a quienes siempre podemos elogiarlos como socios benefactores. Después, con el dinero recaudado, toman la imagen de algún jovén que, ciertamente, sufra la enfermedad del proletarismo moderno. A ésta la adornan con hermosos eslogan: “ayúdanos a ayudarlos” y, de nuevo, más dinero para sus regordetes bolsillos. El siguiente paso, si es que resultaron los anteriores, son las entrevistas en medios de comunicación que, a su vez, buscan recaudar más dinero. Compran influencias, ayudan a la evasión de impuestos y después, saltan a la farándula politóloga y mediocre del país. ¿eso es altruismo?
Ahora bien, se que no he argumentado lógicamente nada de lo que he expuesto y, a decir verdad, no me interesa puesto que voy encausado por otra finalidad. Veo prudente decir que no tengo nada contra las “A.C.” y, como diré más adelante, son un mal necesario. No soy un envidioso o resentido social que, al no trabajar, se la pasa quejándose; me gustaría decir que existen otras Asociaciones Civiles que, a pesar de su situación, tienen un hermoso espíritu.
Continuo. Una asociación civil no debe buscar el reconocimiento; es menester incluso despreciarlo. En su defecto, dejar la hipocresía y exponer con claridad los verdaderos fines que, como diría un renacentista [2], podrán ser justificados. Ejemplo. “necesito comer, y que mejor que a expensa de esos pobretones”, ven, no es tan difícil.
Son detestables y horrendos los discursos persuasivos de las “A.C.” a las que deberíamos llamarles “S.C.”. Para ellos el ser humano no es otra cosa que dinero, dinero que camina, dinero que respira… dinero. Creo juicioso llamar a éstos asociaciones civiles corrompidas y/o degeneradas. Diferenciándolas de las verdaderas y excelentes “A.C”.
Para comenzar jamás existirá un altruismo puro en la unión de individuos para beneficiar a terceros. Debe existir una filautía en cada individuo que desee brindar una ayuda (en cualquier modalidad a su igual); puesto que sin contradicción logrará afanarse por lo que es justo, lo prudente y actuar de acuerdo con la virtud [3]. He aquí la diferencia entre las que buscan el materialismo, a quien Sigmund Freud los llamaría carentes de Falo, y las que buscan enriquecer su conocimiento y el de los otros; o en algunos casos el intelecto, su mundo espiritual o el entorno en que habitan.
Las idóneas “A.C.” son, en efecto, las dogmáticamente civiles y no las institucionalizadas de orden elitistas; quienes siempre serán un mal necesario puesto que, ciertamente, apoyan, aunque con defectos, a la comunidad y su medio ambiente (tal es el caso de las A.C. que absorben los gastos de personas con enfermedades irreversibles y que difícilmente pueden pagar el tratamiento). Son idóneas: las que se dan a la tarea de construir y construirse, las que aman y se dejan amar, las que jamás tendrán como limitante el dinero. Se trata de una ayuda recíproca: “los dos nos beneficiamos y nos elevamos como verdaderos humanos”. Por tanto, la asociación civil no es un trabajo para mantener a su familia; no se debe depender de ésta… no es un jugosos pavo que espera ser devorado. Los individuos asociados deben, y tienen la obligación, de no depender económicamente de ésta; estar íntegramente disponible, en los tiempos que crea propicios, para la tarea que desee beneficiar y, sobre todo, hacerlo con pasión.
Cuando Carlos Marx tenía escasos diecisiete años escribió: “las personas que sólo trabajan para sí mismas pueden convertirse, quizás, en famosos científicos, grandes sabios o excelentes poetas, pero jamás llegarán a ser hombres verdaderamente perfectos y grandes…”[4], dicho de paso, el hombre olvida la otredad. Es menester, sin miedo a equivocarme, ser narcisos y altruistas, ser nietzscheanos y kantianos, ayudar y esperar de ello una ayuda a nuestro ser. Caer sobre un lado de la balanza es degeneración y negar la dualidad del hombre. No tengo mejor referencia que Alcohólicos Anónimos.
Dejemos que las A.C. institucionalizadas hagan lo que mejor saben hacer, y abramos paso a las otras asociaciones civiles: las clandestinas, las verdaderas, las que no buscan otro fin que el logran un mejor lugar para vivir. Sin tener otro enemigo masque la mediocridad… esperemos que algún día podamos reunirnos para coronarnos como un bien necesario. Sólo se trata de ser humanos.



[1] publicada en el primer boletín comunitario del yelmo colectivo
[2] nuestro querido Maquiavelo, en su gran obra “el príncipe” y “el arte de la guerra” expuesto tácitamente.
[3] pensamiento aristotélico, para mayor referencia, y no está de más leerlo, Ética a Nicómaco.
[4] Carlos Marx, Carta para graduarse.

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