domingo, 21 de marzo de 2010

LAS PUTAS NO BESAN SAPOS

LAS PUTAS NO BESAN SAPOS
Alan R. Ramírez

Luis admiraba con rabia, desde el sexto piso de un hotel, las miserables vidas de quien caminaba o conducía su carro. El rencor, odio e ira, propiciaba que escupiese tan fuerte como le fuera posible contra la humanidad; y cuando por cosas fisiológicas un voluptuoso gargajo le salía, imaginaba que era su cuerpo desparramándose en el aire. Así -después de que la quijada se le adormecía y la boca se quedaba sin saliva-, regresaba a la cama y fornicaba sobre los pies de la prostituta que había contratado para esa noche. Llevaba varios años haciendo lo mismo; en diferentes hoteles y con diferentes prostitutas; con mayor o menor rabia, sin saber el motivo, escupía o eyaculaba en los pies de su nueva presa.


Luis fue el clásico niño que odiaba los espejos, el sapito que prefería traer mil veces una máscara antes de salir de nuevo a la calle. Después, el clásico joven que terminaba por tirar a la basura las rosas que compraba para conquistar alguna niña de su escuela; probablemente ahí anide su odio, su resentimiento hacia las mujeres que siempre elegían al atractivo patán de la clase. Quizás, y sólo quizás, ahí anide el asco a las manos de aquéllas que lo cacheteaban, frustrando sus intentos de plantarles un beso. Sin duda alguna es ahí donde comenzó el odio a los niños y jóvenes que siempre le apodaban: el sapito.


Sin más saliva por escupir, dejando el puesto de custodio ventanal, se dirigió hacia donde estaba la desnuda y bella prostituta. Se bajo los pantalones, espero a que su pene quedara erecto… y, mientras ella veía una telenovela, él comenzó a masturbarse. “Si eso fue todo, pégame para poderme ir”, dijo la puta mientras iba al baño; deseosa de quitarse el pegajoso semen. Luis, en cambio, con lentitud y tranquilamente, fue a donde estaba su mochila: primero saco un cigarro, después unos cuantos billetes y por último un cuchillo.


-Son ochocientos pesos, y te cobré barato porque no hubo penetración- dijo la prostituta.
Los ojos de Luis brillaron; y una sonrisa se dibujo en su rostro.
-Espero que tengas cambio.- Respondió Luis al momento que le aventaba dos billetes de quinientos pesos. La prostituta recogió el dinero en cuclillas, murmurando palabras obscenas: “pinche pito enfermo, pero qué culos le pasa, asch”. Justo cuando iba a tomar el segundo billete un cuchillo le atravesó el cuello. Mientras se convulsionaba en el suelo, Luis, el sapo, el sapito, fue a escupir de nuevo la ventana.

Al cabo de media hora, el cuerpo de la prostituta estaba rebanado y tétricamente apilado: la cabeza sobre las piernas, las piernas sobre los brazos, los brazos sobre su pecho y cintura; excepto los pies. Los pies de la puta, de uñas pintadas color cereza, se encontraban dentro del calzoncillo de Luis; atorados delicadamente con su cinturón.


Prendió su cigarro, marcó a la recepción: “señorita, puede mandar a alguien. Sí. Lo que pasa es que tuve un accidente y quiero que limpien los imperfectos que cometí. Sí, los espero. Gracias”.

Desde la perfecta incisión del cuchillo de cocina, habían pasado, ya, una hora y cuarenta y cinco minutos.


Se escuchó el primer “toc, toc” en su habitación. Luis apagó la televisión, prendió rápidamente otro cigarrillo y… el segundo “toc toc”. Un sonoro grito salió de la recamarera al ver la sangre; no lo pensó dos veces para correr de nuevo a recepción.


Abajo comenzaron a llegar las patrullas, las cámaras de televisión y la muchedumbre que esperaba saber qué había pasado. Cada uno era recibido con un escupitajo. Después comenzaron a caer objetos del sexto piso del hotel; como: las toallas, cobijas, el teléfono. Hasta que, pasado un tiempo, no quedo nada por lanzar.


Prendió el último cigarro que le quedaba, se dirigió al espejo y escribió con el lápiz labial de la prostituta: “aquí estuvo el sapito”. Una lágrima se deslizó por su mejilla, la misma que había sido abofeteada tantas veces. Dio cuatro pasos hacia atrás de la ventana y, sin pensarlo, se aventó. Mientras Luis caía, se imaginaba que era uno voluptuoso gargajo desparramándose en el aire.

3 comentarios:

Lalo dijo...

muy bueno, muy bueno, la neta me gustó pero debo decir que en algun momento me sentí identificado jajajajajaja

Anónimo dijo...

Esta loko el pinche relato, bien psycho maton jaja ya te la sabes,te aventaste con la historia, dramatica y piratona, pero pa ke se suicida el pendejo jaja, mejor se hubiera pelado pal rancho y se hubiera vuelto asesino serial jaja, bueno pues, rifado el pedo... alrato

Dévorah KurnikobraX dijo...

Allo chico, hasta que te dignas a comentarme, y mira que desde que te sigo, texto que subes, texto que leo y comento ehh?.

Bueno, en verdad me ha gustado mucho, más porque me encanta escribir historias de prostitutas, pero desde las prostitutas, jujuju (no es que me identifique ;))

Espero poder leer algo nuevo muy pronto, un abrazo...