domingo, 30 de mayo de 2010

Nada bien.

Las cosas no están nada bien. Nada bien.
Hay quien piensa que las tres de la madrugada es la mejor hora para llorar; hora en que las máscaras desprenden sus raíces y caen, cual fruta madura, al suelo. Tengo miedo de llorar. Mi deseo es escurrirme en la oscuridad, dejar de contar el ritmo de mi respiración y dormir; y entre más lo deseo, más lejos veo la posibilidad de que se cumpla.
Una línea se dibuja en mi mejilla derecha, quema, huele a enfermedad. Estoy podrido por dentro. Y nadie puede darme una palmada en el hombro, o susurrarme al oído: “no te preocupes, mañana será otro día. No es tu culpa.”
Los odio, no saben cuanto los odio.
Entre más anhelo la muerta, más siento la vida; la nariz no me permite respirar, pero otro acceso da fuertes bocanadas de aire.
La memoria hace acto de presencia, con la perversa misión de copular con el silencio y decir:
vivo sobre el incendio y la llama… y el fuego se aviva con el viento… mucho me ayuda eso que me mata… y entre más me ayuda… más me daña.”
Alan R. Ramírez

No hay comentarios: