miércoles, 18 de marzo de 2009

Detesto


Detesto reconocer, aquí y ahora, que necesito llenar mi tanque de gasobesos;
no atañe qué tan lejos esté la sucursal,
lo importante es que reconozco depender de algo para continuar en movimiento.

Detesto dedicar un sexto de mi día a calamar, tranquilizar y enjaular con cigarros
a los escurridizos y absurdos pensamientos.
Detesto que me vean pasear, de un lado a otro, con los ojos vagos y perdidos en la imaginación;
con la que trazo los planos de un artefacto que me mantenga en la tierra…
sólo en la tierra.

Detesto desperdiciar otro sexto de mi día en encontrar las palabras perfectas;
imágenes auditivas que le impidan, a esa horrenda bestia,
poner en conflicto mis sentimientos, mezclarlos y bebérselos por completo.
Es decir, que detesto alimentarla.
Detesto consagrar otro sexto de mi día a la contemplación
de esos mediocres y estúpidos alimentos.

Detesto dejar que un cuarto de mi día se deslice
balbuceando, tartamudeando y mendigando.

Detesto que sólo queden seis horas para dormir...
no sin antes reconocer
que sin ella no puedo vivir.
Alan R. Ramírez

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