sábado, 14 de marzo de 2009



Es necesario que el rapero, al menos el mexicano, se quite los prejuicios que lo limitan a tender la mano.
Hoy es fácil para los que generan dinero de su música, discriminar a los menos afortunados, nuevo en el rap o viejos olvidados. Pero más fácil es criticar, odiar e injuriarlos a ellos; ejemplo: “eres falso, comercial" y un gran etcétera. Es decir, que los de arriba no ayudan y los de abajo se encargan de quitarles el trono.
Pero hay otros que me han faltado mencionar: los productores, aquellos grandes magos que con hechizos magníficos hacen que la música sea, realmente, música. Una vez elogiados, debo decir que son como los abogados, carentes de ética, no hacen el trabajo como quieres sino como ellos desean y cobran una fortuna. Pero no hablo de sony music, no, me refiero a los caseros, aquellos que sólo compraron un micrófono de computadora y creen tener el derecho divino de cobrar igual que dr Dre.
Debemos, en medida que podamos, tender una mano. La creación de la fraternidad puede ser la diferencia entre ser cangrejos, o crear una tradición pura del rap mexicano.
Ahí les dejamos unas pistas del Duliar.
el Yelmo colectivo.

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