domingo, 10 de enero de 2010

El eterno marido y los códigos de la fidelidad (tercera parte)

Nacida para el Adulterio
Alan R. Ramírez

Cuando interactuamos con la sociedad, que como ya hemos dicho es vivir en reconocimiento, buscamos a nuestro candidato de forma inconciente. Secundariamente se encuentran el instinto de reproducción contra nuestra extinción. Por ello “la inclinación por una persona definida nace desde las capas más profundas, las sombras ocultas del Yo, a las cuales no tiene acceso la reflexión ni la razón” [10]. Freud expone que es en el subconsciente donde tiene origen la imagen del elegido. El mundo de la apariencia juega un papel muy importante, pues será la imagen que mostraremos. Es mentira que el físico no importe, pues hasta el feo (desde la concepción de belleza en nuestra sociedad) tiene un valor simbólico, o mejor dicho, viene acompañado de una imagen que representa la elección, o “el por qué él”. Bajo esto se basa la deliberación, llamémosla, por decir un nombre, “ley de la atracción sujeto-símbolo”.

Las consecuencias pueden desembocarse en una enajenación recíproca; un enamoramiento violento, en el que los dos evaden su soledad, aislándose de los demás. “El amor erótico es exclusivo, pero ama en la otra persona a toda la humanidad, a todo el que vive” [11].
Sobre el enamoramiento, así como la durabilidad de éste, se han dado diversas teorías, tan distintas e iguales. Describiré -lo que a mi criterio son- las etapas del noviazgo, con el único fin plantear aspectos del adulterio.
La relación de una pareja (en el sentido erótico, o Eros) la dividiremos en cuatro etapas. La primera es tan hermosa como estúpida. Mejor conocida como la mezcolanza de químicos en el cerebro, como la dopamina, donde se pierde conciencia de nuestros actos, entregándonos a la sustancia. Las pasiones violentas nos cubren con un grueso velo que nos impide ver la realidad. Por eso es común pasar por alto costumbres de nuestro amado cuando en realidad, y antes de entrar a este estado, lo detestábamos. Hay personas que, si dejan de generar dichas sustancias (comúnmente relacionadas con la felicidad), terminan automáticamente la relación para comenzar una nueva; llamaremos a este efecto “mariposa dopada”.

En la segunda etapa encontramos el conocer-afinidad. Se comienza a indagar en el “otro” para comenzar a dar reconocimiento y sentido a la vida; aunque para ellos sea conocer con el fin de saber en qué medida son el uno para el otro. Este proceso debería ser el primero pues, una vez dopados, rara vez mostraran la verdad y por lo general mentirán. Hay personas que, descubriendo que nada bueno los relaciona, se marchan al conocer al individuo; mientras que otros, por el contrario, permanecen en una relación destructiva. Mas habrá quien, por distintos factores, acepte o tolere a su semejante dándole un nuevo sentido para hacer más fuerte a Eros. Es común que la primera y segunda etapa cambie de orden o se mezclen, esto depende a la percepción relativa de los individuos.

Justo cuando comienza a disminuir la dopamina, que es nuestra tercera etapa, se crean los códigos para atar la relación; son lazos invisibles que limitan y restringen factores específicos que podrían poner en riesgo a la relación. Cada vez se aumentan más códigos, mientras que la dopamina disminuye. Algunos códigos son tanto éticos e idóneos como persuasivos, con el fin de que se reitere su amor; tal es el ejemplo de Sachenka (otro personaje de Dostoiewsky en “El eterno marido”) quien hábilmente le ha prometido a su amada:
He prometido… que si después de casados, ella se enamorase de otro hombre, o por cualquier causa se sintiese deseosa de romper conmigo, yo me reconocería, sin vacilar, culpable de adulterio, para procurarle un motivo de divorcio… a demás le entregare cien mil rublos para que pueda poner un negocio… y llevarme a la cárcel” [12]

La cuarta etapa es, por fin, conocer el verdadero objeto. Las mentiras e ilusiones son desenmascaradas y, por lo regular, termina la relación. El seguir con la relación se debe a dos motivos: a) el reconocimiento es tal que no se ve separado, teme a la soledad, a no encontrar a otra persona, ó b) aceptan las mentiras, dándole una continuidad a su amorío. Comúnmente se ve en esta etapa que, mientras continúan, buscan a la vez una salida por la cual marcharse de dicho tormento.

Cabe añadir que cuando los códigos se muestran inservibles, nacen, como medida alternativa para darle perdurabilidad a la relación, los celos. Los celos pueden volverse posesivos y enfermizos, cuando el amante es indiferente a estos: “El miedo a la perdida, real o imaginaria, se manifiesta como una amenaza […] Esta situación se traduce en una dependencia afectiva en donde el celoso no se imagina solo” [13].

Como hemos visto, no es hasta que se crean los códigos que puede existir una infidelidad; pues la conciencia sobre el quebrantamiento de éstos demuestra una deslealtad. Dado que el tiempo se me ha vuelto en cima y me queda unas horas para entregar mi trabajo, me saltaré muchas cosas que, aunque me hubiese gustado tratar, bien no puedo tocar; además ya son las 5:28 am y tengo otro trabajo pendiente.

Dostoiewsky expone en su novela que hay mujeres nacidas para el adulterio. Está en su naturaleza. Cosa que Steven Gangestad, Randy Thornhill y Christine Garver, de los departamentos de Psicología y Biología de la Universidad de Nuevo México, estarían de acuerdo; ya que piensan que cuando la mujer tiene su periodo, días antes y días después, son sexualmente más activas. Exponen, también, que dicha atracción no es hacia su pareja, sino por el contrario se ven atraídas por el otro: de ahí la naturaleza de la infidelidad. Por su puesto que Dostoiewsky no es precursor de esa teoría. Él presenta que hay mujeres cuyo motivo de su existir radica en la infidelidad.

No hay cuidado de que estas mujeres caigan cuando son solteras; aguardan para ello hasta estar casadas. ¿Qué se le va ha hace? Está en su naturaleza. El marido es el primer amante; pero nunca antes de la boda” [14].
Estas mujeres, infieles por naturaleza, pueden tener serios problemas (visto desde los que somos “eternos maridos”). No conocen la culpa, por lo que las múltiples infidelidades no les pesan sobre su conciencia. Su fuerza radica en el carácter. Pueden no ser agraciadas físicamente, como el caso de Natalia Vasilievna, y sin embargo tener un carácter decisivo y dominador: “imposible entenderse con ellas a medias, todo o nada”. Odia que las demás personas actúen viciosamente, y ella, a pesar de la molestia, puede ser viciosa y depravada.
Quizás estemos hablando de una posible personalidad alterada, con rasgos borderline, histriónicos o narcisistas; pero se oye bien infieles por naturaleza.
No respetan los códigos y, sin embargo, no permitirían que sus esposos les fueran infieles. Limitan las amistades de la pareja, y hacen lo imposible por destruir las pocas que tienen: “y a pesar de ello, no podía decirse que esta mujer tuviera metido en un puño a su marido. Natalia Vasilievna guardaba todas las apariencias de una mujer sometida a la autoridad del marital, y es posible que hasta estuviese convencida de su sumisión”[15]. Maldita enferma.

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