jueves, 21 de enero de 2010

Sobre la palabra filosófica (Ponencia) Primera Parte

Alan R. Ramírez

Filosofía

Cuando nos atrevemos a investigar el significado de la palabra “Filosofía” -o qué es en sí y por lo cual se cree que es indispensable en la historia del hombre-, nos encontramos con un tempestuoso mar; cientos de explicaciones, tan diferentes e iguales, se agitan y golpean unas con otras. No obstante, todas y sin excepción, parten etimológicamente de que es φιλοσοφία (amor por la sabiduría)[1]. Es ejercer, desear, y anhelar el conocimiento; y, de forma literal, podríamos decir, cual amor enfermizo, una obsesión y necesidad por desapegarnos de nuestra ignorancia. La Filosofía es –como expone Platón- el uso [o búsqueda] del saber para ventaja del hombre[2]; esta forma de visualizar a la F. estaría próxima a la concepción de Marx: “es una actividad para la transformación del mundo”. Siguiendo la línea, que hemos trazado, describiríamos a la F. como la herramienta progresista y transformadora para la elevación del hombre y su entorno o mundo. Había que añadir, además, que este amor por el conocimiento tendría que ser, de igual manera, una eterna búsqueda por lo verdadero: “llámese filosofía al conocimiento científico de la verdad; el conocimiento científico tiene por fin la verdad; el conocimiento práctico tiene por fin la acción” [3]. Pero ¿cómo es que surge la Filosofía?
El origen- o la causa originaria- de la filosofía consta de dos partes: la admiración y dar sentido a la cosa o acción; y éstas unidas por el deseo-necesario. Veamos cada una y, después, la relación con la filosofía añadiéndole otros factores.

LA ADMIRACIÓN

Aristóteles expone que “las primeras indagaciones filosóficas fué, como lo es hoy, la admiración” [4]. Cuando los primeros hombres comenzaron a familiarizarse con la conciencia, con su razonamiento o simplemente a tener una interpretación formal sobre su entorno, comenzó la admiración. Distintos sucesos marcaban, de forma esporádica, la sorpresa o lo extraño: “ésto no es normal, por lo tanto, no lo entiendo”. Quizás la primera admiración fue la muerte; de ahí que la historia marque a ésta como una de las más remotas dicotomías existenciales y, con ello, el surgimiento de la religión. Es entonces cuando el hombre “debió aceptar la responsabilidad para consigo mismo y también el hecho de que solamente usando sus propios poderes puede dar significado a su vida” [5]. He aquí el substancial motor, la admiración como propulsora del desarrollo intelectual (el empleo de las facultades del intelecto). El hombre no deja de asombrarse, de quedarse perplejo y plantearse nuevos problemas[6]; vivimos con esta admiración de forma involuntaria, es, por lo tanto, una cualidad del hombre creado por su eros, logos e imaginación.

EL SENTIDO DE LA COSA O ACCIÓN.

“Es necesaria una ciencia en la cual coincidan el hacer y el saber servirse de lo que se hace, esta ciencia es la filosofía” expresa Platón [7]. El hombre comenzó a satisfacer sus necesidades vitales, de ahí la unión entre ellos[8]; después, y con la razón, buscó satisfacer otro tipo de necesidades: el reconocimiento. “La existencia humana se caracteriza por el hecho de que el hombre está solo y separado del mundo; no siendo capaz de soportar esta separación, se siente impulsado a buscar la relación y la unidad” [9]. Se buscó, en primera instancia, darle, con la otredad, un sentido a la vida: un por qué.


Platón observa que de nada serviría la posesión de la ciencia para convertir las piedras en oro si no nos supiéramos servir del oro” [10] darle un sentido, una utilidad, un significado al por qué oro y no madera. Y así, cientos de miles de millones, el por qué: de las jerarquías, del orden social, del comercio, de adorar a dioses, etc. “El único intento que el hombre puede hacer para despertar, para acordar y vivir con entera lucidez consiste precisamente en filosofar. De suerte que nuestra vida es, sin remedio, una de estas dos cosas: o sonambulismo o filosofía” [11].

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