domingo, 4 de diciembre de 2011

SÁNCHEZ: EL JEFE DE GRUPO / Alan Rojas Ramírez

La secundaria es terrible para quien no está dispuesto a cortarse las uñas y podar el pasto de su azotea a casquete corto. Terrible su imposición. Terrible el levantamiento de traseros cada que el profesor, a su entrada magistral, rompe la divertida parcimonia de quienes no gustamos colocar grilletes a lápices y plumas.

No negaré que pasé días enteros, quizás semanas, esbozando el plan para derribar aquel sistema. Colapsarlo. Ponerlo a mi servicio. ¡Ah cuán difícil fue! Todo estaba perfectamente armado: profesores, tutores, prefectos, libreta de reportes, la gorda de orientación, sub y director; hasta lo invisible tenía forma: conserjes, cabo de conserjes, laboratorista, proyectista y comitiva escolar. Máquina más perfecta no pudo ser construida. Hasta el hedor de los baños tenía un ser… un “para-qué”. Sin embargo, al arquitecto de aquel formidable palacio se le escapó un detalle.

Un día escuché, no recuerdo en dónde, que un tal Aristóteles dijo que la democracia nos llevaba a la tiranía, porque el pueblo no conoce la verdad. ¡Eureka!

El 19 de agosto estaba programado que el salón eligiera, por decirlo de una manera sana, a su representante: su jefe de grupo. Quien tendría la obligación de controlar a sus compañeros, rajando como cabra ante las autoridades, y por medio de la libreta de reporte, cada una de las fechorías cometidas en la ausencia de servidores y esclavos públicos.

Sánchez (Luis) era el chico más bruto y dócil de la escuela. Podía golpear su cabeza contra cualquier otro compañero sin cerrar los ojos; por diversión, para ver el destello fugas que le permitía comunicarse con fantasmas. Él podía ser el jefe de grupo; no necesito decir con qué fin. Tardé cuatro o cinco recreos para convencer a cada uno de los compañeros de proponerlo y votar unánimemente por él; y fue mi puño quien doblegó a los moralinos.


Tal como lo estipulado, el día 19 se presentó la prefecta e hizo que colocáramos en un pedazo de hoja el nombre de nuestros candidatos. Ya todo pactado, hicimos lo propio.

La prefecta abrió el primer papel: “Sánchez”. Pensó, desde luego, que era una broma. El segundo papel: “Sánchez”. Tercer papel: “Sánchez”. Al onceavo papel, se detuvo.

-No es posible- dijo alarmada –Sánchez no puede ser su jefe de grupo.


-¿Por qué lo discrimina?- pregunté con atrevimiento- ¿Es demasiado tonto?

-Yo no quise decir eso, Rojas- contestó intentando justificar su veto- Pero…

Justo en ese momento Sánchez se levantó y dijo con los ojos rojos y cristalinos: “Maestra, seré tonto en las mates y güey hasta en el fútbol, pero si usted me… me enseña, daré el todo para ser el más chido jefe de grupo… de todas las secundarias… de todas”.

Hace dos meses que pasó lo narrado: ¡y ya llevo tres reportes y un citatorio! Y todo porque la democracia “es” lo que el hombre puede llegar a “ser”: tirano, tonto o virtuoso.


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